¿Se delató a si mismo el pintor impresionista británico Walter Richard Sickert cuando compuso cuatro cuadros que presentan un presunto asesino acechando, en el interior de una habitación, a una mujer? Así lo cree Patricia Cornwell, autora de Retrato de un Asesino.Los óleos en cuestión, realizados hacia 1908, se han venido atribuyendo al impacto dejado en Sickert por el asesinato el año anterior de una joven prostituta, Emily Dimmock, en el actual barrio de Camden Town. En realidad, según Cornwell, el artista se habría inspirado en sus propias vivencias de dos décadas antes, cuando, en 1888, Jack el Destripador asesinó al menos cinco prostitutas en el East End de Londres. Pero en las controvertidas pinturas ninguna mujer aparece con la garganta cortada y las entrañas abiertas, y que aunque ciertamente en los cuadros se sugiere “peligro sexual, amenaza e incluso muerte”, la relación entre los personajes podría ser distinta a la de prostituta-asesino.
Pero por hipótesis que no quede, pues a lo largo de todo un siglo de especulaciones se han llegado a apuntar hasta 175 posibles sospechosos. Al margen de complicadas versiones, como la que apunta a un personaje relacionado con la Familia Real, la que cuenta con mayor fuerza es la que señala al judío polaco Aaron Kosminski. La Policía habría dado con él, pero debido a la falta de pruebas sólidas y a su estado de enfermedad mental, no fué a juicio; murió después en un manicomio. También pudo haber sido otra persona, que tras los crímenes desapareció del mapa, bien porque se suicidó o, algo más probable, porque fue detenido por otro delito y acabó tragado en el sistema carcelario o en un hospital.
A falta de una identidad segura, se ha realizado su retrato por ordenador, a partir de los testimonios de las trece personas que en su día aseguraron haberle visto. Según éstas, Jack el Destripador tenía entre 25 y 35 años, medía entre 1,65 y 1,70 metros de estatura, llevaba un negro mostacho y lucía un denso cabello también oscuro. Tenía una mandíbula más bien cuadrada, su cara era espigada y vivía en una de las calles del barrio londinense de Whitechapel, en el mismo área donde fueron halladas degolladas las cinco prostitutas cuya muerte se atribuye a Jack el Destripador.
La descipción no encaja del todo con el hombre que se ve en los cuadros de Sickert. No obstante, por dejar abierto el misterio, podría decirse que no iba a dar tantas pistas a la Policía con un perfecto autorretrato.
Pero por hipótesis que no quede, pues a lo largo de todo un siglo de especulaciones se han llegado a apuntar hasta 175 posibles sospechosos. Al margen de complicadas versiones, como la que apunta a un personaje relacionado con la Familia Real, la que cuenta con mayor fuerza es la que señala al judío polaco Aaron Kosminski. La Policía habría dado con él, pero debido a la falta de pruebas sólidas y a su estado de enfermedad mental, no fué a juicio; murió después en un manicomio. También pudo haber sido otra persona, que tras los crímenes desapareció del mapa, bien porque se suicidó o, algo más probable, porque fue detenido por otro delito y acabó tragado en el sistema carcelario o en un hospital.
A falta de una identidad segura, se ha realizado su retrato por ordenador, a partir de los testimonios de las trece personas que en su día aseguraron haberle visto. Según éstas, Jack el Destripador tenía entre 25 y 35 años, medía entre 1,65 y 1,70 metros de estatura, llevaba un negro mostacho y lucía un denso cabello también oscuro. Tenía una mandíbula más bien cuadrada, su cara era espigada y vivía en una de las calles del barrio londinense de Whitechapel, en el mismo área donde fueron halladas degolladas las cinco prostitutas cuya muerte se atribuye a Jack el Destripador.
La descipción no encaja del todo con el hombre que se ve en los cuadros de Sickert. No obstante, por dejar abierto el misterio, podría decirse que no iba a dar tantas pistas a la Policía con un perfecto autorretrato.
(Walter Richard Sickert. ca 1884)
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