Galería Universal de pintoras
No puedo evitar la tentación de transcribir el Prólogo de doña María Luisa Caturla que da inicio al catálogo de mujeres artistas recopilado por Carmen G. Perez-Neu en un libro titulado Galería Universal de pintoras. Parece que se me está “pegando” el estilo, pero es que no es fácil … ¿sustraerse a su embrujo…? La Señora Caturla comienza su texto cual libro de viaje:
He visto Ribadavia a través de la ventanilla de un tren. Es una población risueña, de caserío que asciende la colina rayada de vid –vid del Ribeiro chispeante…-. No conozco más de ella: el ferrocarril, medio anticuado de locomoción, tiene en común con el viaje por carretera de los tiempos modernos esa ignorancia de la entraña que contiene un poblado. Sólo que en el conductor de un coche es omisión voluntaria: podría adentrarse en el poblado, penetrar en él; mientras que al viajero de un tren, la pasividad se le convierte en nostalgia de parar, entrar y conocer…
Imagino los trenes de la época –1964, en pleno periodo franquista, desarrollista y cutre- y recuerdo los coches que recorrían las carreteras sin arcenes de aquellos tiempos modernos –el “850” de mi padre, por ejemplo-, que se recalentaban con frecuencia y a los que había que cambiar la correa del ventilador. ¡Como para atreverse a penetrar en las entrañas de un poblado desconocido!.
Pues resulta que nuestra viajera no es valiente ni se deja llevar por la pasividad de parar, entrar y conocer. Se conforma con un cuadernito de fotografías, menos es nada:
No he entrado en Ribadavia; pero he conseguido un pequeño cuaderno de fotografías que satisfagan mi afán de captarla; y he sabido que es por dentro atractiva; que tiene bellas iglesias, calles pinas, arcos vetustos, viejas casas blasonadas. Diríase, por mi cuadernito, que no hubiera en Ribadavia cosa que fuera ingrata a la vista.
Y resulta que estas consideraciones son sólo la excusa para decirnos que la autora del libro, un ser admirable, nació en Ribadavia –en su entraña, para ser más exacta-:
Pues bien, en la entraña de esa encantadora población nació Carmen G. Pérez- Neu de Robla con una curiosidad admirable por toda manifestación espiritual; y si esto era don, le añadió por voluntad propia un conocimiento asombroso debido a su tenaz laboriosidad; y de todo ello, ha resultado el libro que aquí se presenta. Está dedicado a las pintoras, las de antes y las de ahora; y viene a ser como diccionario amorosamente compilado por una mente prendada del Arte. Porque Carmen Robla, además de escritora e historiadora de artistas femeninas, y quizá antes que todo esto, siente la vocación de la pintura. Y ello la llevó a inventariar las mujeres que sintieron pareja inclinación, un mismo vivo anhelo de pintar.
Al final de este parrafo, la verdad, me he puesto más seria y he prestado atención a la trayectoria de Carmen G. Perez-Neu –o Carmen Robla que, supongo, es su apellido de casada…-. Al fin y al cabo yo comencé a interesarme en las mujeres artistas y en la Historia del Arte por el mismo motivo y de la misma forma, aunque con otras palabras… Bueno, parece que el trabajo de investigación y recopilación de Pérez-Neu no fué en balde:
Yo he aprendido mucho en este libro. ¿Cómo es posible –me he preguntado un tanto avergonzada- que yo desconociera todo de tan crecido número de pintoras, muchas de ellas, de seguro, distinguidas en su arte? Su obra, ¿cómo será? Habrá en esa producción femenina algún rasgo constante que permita adivinar en cada caso el trabajo de una mujer?
¡Uy,uy, uy..! El tufillo de la Sección Femenina del Movimiento Nacional empieza a notarse un poco y me enciendo un cigarrillo, para compensar. Sigo leyendo:
En las pintoras que me son familiares –reflexiono- paréceme perceptible, inequívoca, la impronta de su feminidad. De manera negativa en Marieta Robusti. Es un palidísimo reflejo del genio creador de su padre. De él procede lo que la muchacha reproduce con trazo desmayado y soso colorido. No convenía a su condición apocada la grandiosidad artística del Cinquecento, el siglo en que le cupo vivir, ni sus escasas dotes le permitían moverse en el inconmensurable mundo figurativo del manierismo paterno. Probablemente, sin su nacimiento y educación entre pintores, la hija del Tintoretto no habría buscado los pinceles jamás. Es un claro ejemplo de pasividad femenina.
Vamos, que no le gusta Marieta Robusti,–por decirlo de alguna forma-. Y sigue doña María Luisa:
Berthe Morisot, al contrario, vio favorecida la feminidad de su gran talento por una técnica volátil desenvuelta en torno suyo. La touche impresionista, por su mano delicada, llegó a levedad sólo comparable a las cosas más tenues de la tierra. Quisiera con esto indicar que no es indiferente para una vocación artística el momento histórico en que aparece: puede favorecerla; y puede frustrarla. De ahí que resulte sorprendente la carencia, en el siglo XVIII, de una personalidad femenina que aprovechase para sus dotes artísticas la coyuntura del Rococó. Angélica Kaufmann es ya hija del Neoclasicismo, aparte de que no puede considerársela como un talento de gran categoría.
Al menos Berthe Morisot se salva de la dura crítica gracias a la técnica volátil desenvuelta en torno suyo, ¿como si en vez de pinceles hubiera usado mariposas?. Pero Angélica Kauffman suspende la prueba.
Marie Laurencin todavía alcanza la última fase del impresionismo y, a su modo, arbitrario y fútil, saca partido del arte vigente. Tuve la suerte de conocerla y tratarla. Acababa de estallar la guerra del 14, la primera guerra mundial. Y, el primer día del conflicto, se le había ocurrido contraer matrimonio con el pintor alemán Otto von Waetjen. A poco, la pareja tenía que refugiarse en España y vino a Madrid. Una señora indiscreta le preguntó un buen día: “Usted francesa y su marido alemán, ¿cómo hacen para llevarse bien?” “Oh! c’est tout simple –contestó Marie, que no hablaba una palabra de español-, moi, je suis germanophile et mon marie est francophile.” Quiso Marie hacerme un retrato, pero había de ser con gafas, unas formidables gafas de concha. “Con gafas, no”, protestaba yo. “Entonces no te retrato”, declaró ella. “Pues no me retratas”, repuse yo enojada. ¡Qué desatino! Con gafas y todo, ¡cuánto daría yo hoy por tener un retrato mío debido a Marie Laurencin…, con gafas, pero quizás sin ojos…; azul y rosa y gris, como una amanerada poesía de Verlaine…!
Empiezo a entender algo: ¿quizás las apreciaciones artísticas de doña María Luisa Caturla se deben a problemas visuales como la miopía…?
Mas no vaya a parecer que, al buscarle un común denominador, estoy tratando de identificar lo eterno-femenino en el Arte con la levedad y la delicadeza… En distinta forma de feminidad, Kathe Kollwitz fue maternal y fuerte, alma grande y gran artista, madre amantísima de los desheredados… Sin embargo, sigo creyendo en épocas favorables y desfavorables al desarrollo de la producción femenina. Y ello me lleva a preguntar si es el nuestro tiempo propicio para la manifestación femenina en el Arte. Por un lado –y es fenómeno observado en casi todas las actividades de la vida femenina actual –se advierte en las pintoras un esfuerzo por descartar su diferenciación de mujer. Por el otro, llevamos medio siglo de abstracción de la realidad en el arte, y refugiados en cifras y signos que implican una renunciación casi completa a lo emotivo.Y la emotividad ha sido siempre una característica femenina… Ahí está Marie Blanchard, rompiendo la dura cristalización cubista con la intensidad de su humana nostalgia maternal.
Ni leve ni delicada, pero maternal y fuerte, alma grande y gran artista, madre amantísima de los desheredados, Kathe Kollwitz también parece aprobar y, la verdad, me sorprende un poco, ya que María Luisa Caturla vivió en España una época desfavorable al desarrollo de la producción femenina .Y todo por culpa de los movimientos abstractos, faltos de emotividad, hasta que la llegada de Marie Blanchard devuelve las cosas a su sitio gracias a su humana nostalgia maternal. ¡Pues menos mal!
Pero basta de divagaciones, disgresiones y recuerdos tal vez demasiado personales. Dispongámonos a atender a Carmen G. Pérez-Neu de Robla, que va a hacer desfilar ante nosotros toda la feminidad pintora del mundo… hasta 1900.”MARIA LUISA CATURLA, comentarios de La Bibliotecaria
Más extractos del libro:Bibliografía:
- PÉREZ-NEU, Carmen G.: Galería Universal de Pintoras (1964)
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