Por Carmen V. Vidaurre Arenas
Uno de los rasgos que caracteriza las producciones culturales del presente, es el de las relaciones múltiples que se establecen entre obras que proceden de distintos campos de la cultura. Este fenómeno no es algo nuevo, los estudiosos han observado antes, por ejemplo, la forma en que la narrativa picaresca se nutrió de prácticas discursivas características de los procesos jurídicos, así como la presencia de la plástica manierista en la obra de Cervantes, la influencia de las coplas en la obra de Quevedo, la de la filosofía, la música y el discurso religioso, en la poesía y el teatro de Juana Inés de la Cruz, la presencia de la literatura en los grabados de Francisco de Goya, el reciclaje de obras literarias en la ópera romántica y en la danza, la influencia de la fotografía en los óleos de los simbolistas, la forma en que música, arquitectura, danza, y plástica, se hacían presentes en las producciones literarias modernistas, las relaciones entre el lenguaje pictórico y los poemas en José Juan Tablada. Sin embargo, este tipo de relaciones múltiples que se han dado en el arte, a lo largo de la historia, se torna sistemático y como nunca recurrente en el siglo XX[1][1]. Sin duda, este campo de estudio ofrece un horizonte inagotable para los investigadores del arte y la cultura contemporáneos, y tiene consecuencias importantes, porque nos lleva a tomar conciencia que hay rutas comunicantes que vinculan todas las producciones culturales en formas tan estrechas que es difícil no concebir la cultura como un mosaico complejo, rico, diversificado, en el que lo semejante y lo diferente se funden; esto nos lleva a cuestionar, como nunca, las distinciones tajantes entre lo nacional y lo extranjero, lo literario y lo no literario, lo académico y lo popular. Quizás, en parte, por todo esto, hoy hemos elegido estudiar la forma en que tales fenómenos se hacen manifiestos en la obra plástica de una pintora exiliada, nacida en Anglés, un pequeño pueblo de la provincia de Gerona, el 16 de diciembre de 1908: María de los Remedios Varo y Uranga, conocida como Remedios Varo, quien produjo la mayor parte de su obra plástica y literaria en México, donde murió el 8 de octubre de 1963, poco después de haber declarado: "Soy más de México que de ninguna otra parte. Conozco poco España: era yo muy joven cuando viví en ella". Remedios Varo formó parte de muchos territorios: el de una sociedad tradicional, la España de Alfonso XIII, con su dictador, el general Primo de Rivera, con su colegio de monjas y su academia de arte, en donde las mujeres se dedicaban a la costura y al duro trabajo, participó de una cultura heredada por su madre originaria del país vasco, y de otra heredada por su padre, quien era andaluz, agnóstico, hablaba esperanto y le enseñó dibujo técnico. Remedios fue miembro de una institución conservadora, que expulsó a Dalí por mal comportamiento, pero también formo parte de una familia que viajaba mucho, debido a las investigaciones sobre vías fluviales que hacia el padre, ingeniero especializado en obras hidráulicas , a lugares como Casablanca y Tánger.
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