En 1916 la pintora rusa Natalia Goncharova y su marido, Mihail Larionov, viajaron a España e Italia, acompañando a Sergei Diaghilev y sus Ballets Rusos.
España fue una revelación para Goncharova, en especial algunas de las tradiciones, el folclore y las imágenes populares.
Aunque los dos ballets de inspiración española para los que había estado trabajando no se llegaron a representar, las mujeres españolas, tocadas con magníficas mantillas, se convirtieron en un tema que Natalia Gontcharova siguió desarrollando de diferentes formas, contribuyendo en gran medida a la creación de un estereotipo que estaba triunfando en los ámbitos artísticos de la época: la mujer española.
Las "españolas" de Natalia Gontcharova, como anteriormente sus campesinos rusos, evangelistas y arcángeles de inspiración ortodoxa, reflejan el tratamiento monumental que la pintora daba a la pintura figurativa, tras sus experiencias abstractas con el rayismo.
Ese tratamiento monumental se aprecia claramente en sus Espagnoles (c. 1920; Paris, Pompidou and Rome, Sophia Loren priv. col.).
El elegante alargamiento de las figuras, el juego de luces y sombras, la disposición de las líneas, la gama de colores y la alegre ornamentación floral llevaron a la poetisa Marina Tsvetayeva a hacer esta observación: ‘no son mujeres, son catedrales’.
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