Suzanne Valadon parece haber cortado bruscamente los brazos del músico, enfatizando con esta verticalidad el aspecto del modelo, cuyo rostro emerge del negro que le rodea, iluminado por el cuello blanco sobre el que parece asentarse, convencionalmente situado en el centro de la composición y ocupando tres cuartos del total de la obra.
La intensidad de la mirada, enfrentada a la del espectador, tras los impertinentes que siempre llevaba, el bigote engominado, el pelo descuidado y el alto sombrero negro son los únicos atributos que dotan de personalidad al retratado, un Erik Satie que por entonces tenía 26 años y había comenzado, con la pintora y modelo Suzanne Valadon, la primera y unica relación amorosa que tuvo en su vida.
Si bien esta obra tiene toda la personalidad de Valadon, se pueden apreciar en el Retrato de Erik Satie algunas influencias. La fuerte y abrumadora presencia de la imágen evoca alguna de las obras de Toulousse Lautrec - su Aristide Bruand, por ejemplo-; Cezanne está presente en la forma de aplicar el color, y la economía de trazos con la que construye la imágen está cercana a la tradición caricaturesca y satírica de muchos artistas de Montmartre.
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